Hija de humo y hueso epub free download
Menos mal que ya es viernes. He de admitir que el estridente color combina muy bien con su intenso pelo rojo. Nada, la pantalla sigue en negro. Pero nos iremos antes de la medianoche. En la parte de arriba llevo una sencilla blusa negra sin mangas con un ribete de encaje en los hombros. Me encanta lo que llevas puesto —dice Steph. Steph ladea la cabeza. Steph debe de estar confundida. Cambia de chico cada semana. Hardin nunca sale con nadie. Se tira a muchas chicas, pero no sale con ninguna.
La fiesta de esta noche es igual que la de la semana pasada. Molly desaparece en cuanto llegamos. Entonces, de pronto, aparece Hardin. Recorre mi cuerpo de arriba abajo con la mirada y vuelve a subirla y a fijarla en mi rostro. Ni siquiera se esfuerza en hacerlo con algo de disimulo. Esta noche llevas ropa de tu talla. Pongo los ojos en blanco y me ajusto la blusa, deseando de repente llevar mi ropa holgada de costumbre.
Sus palabras me enfurecen. No soy ninguna mojigata. Decido pasarlo por alto mientras Nate se frota las manos. A pesar de lo mucho que quiero salir huyendo y esconderme, me limito a asentir. Por supuesto que soy virgen. Niego con la cabeza. Sin pretenderlo, mis ojos van directos a su largo torso y se centran en el tatuaje negro que se extiende por su piel sorprendentemente bronceada.
Molly besa a Tristan y a Zed. Steph nos habla sobre su primera vez. Nate besa a otra chica. Todos sabemos que va a decir verdad —empieza Hardin. Me arden las fosas nasales. La levanto y le doy un trago. Sabe horriblemente mal. Todos excepto Hardin. Yo cedo, y he de admitir que me siento bastante relajada para variar. Me siento bien. Esta vez doy un par de buenos tragos al vodka, hasta que me quitan la botella de las manos.
Le quito la botella a Nate y me la llevo a los labios de nuevo, no sin antes dirigirle a Hardin una sonrisa de suficiencia. Me vienen a la cabeza los discursos de mi madre acerca de ser responsable, pero los descarto. No voy a besar a nadie —espeto, y me levanto. Hardin no me mira, sino que se limita a dar un sorbo a la bebida que tiene en el vaso. Espero que se sienta ofendido.
Me detesta, y es demasiado grosero conmigo. Cuando me levanto, siento de golpe los efectos del alcohol. Me tambaleo, pero consigo mantener el equilibrio y alejarme del grupo. Pasa un segundo de silencio. No quiero que me llame. Cojo una botella de licor tostado de la encimera de la cocina y le doy un trago demasiado largo. Tanteo con las manos en busca de un vaso de algo que me quite el desagradable sabor de la boca.
Acabo abriendo un armario y usando un vaso de cristal para beber un sorbo de agua del grifo. Esto me alivia un poco, pero no mucho. No lo creo. Sabe que tengo novio. Lo dudo. Sus labios son rosados y carnosos. No sucede. El dormitorio de Hardin se abre sin problemas. Me vienen a la cabeza los comentarios de Hardin sobre la novela.
Lo cojo, me siento en la cama y abro el libro por la mitad. Estoy tan perdida en el mundo de Catherine y Heathcliff que, cuando la puerta se abre, ni siquiera la oigo. Los efectos del vodka siguen en mi sistema, y son demasiado intensos como para dejar que Hardin me grite. Pierdo la compostura y le planteo la pregunta que me ha estado rondando todo el tiempo por la cabeza, aunque no quiera admitirlo. Es una pregunta justa pero, sinceramente, no creo que mi ego, ya herido, pueda soportar la respuesta.
Es una mirada agresiva pero vacilante. Me quedo boquiabierta. Como si le cabrease lo que acabo de contarle. De todas maneras, no quiero ser amiga tuya, Hardin —le digo, y alargo el brazo hacia el pomo de la puerta. Estoy harta de intentar hacerme amiga vuestra. Me vuelvo de nuevo para mirarlo. Su tono no para de cambiar. Es una mala idea. Otra vez. Pongo los ojos en blanco y lo aparto.
Yo no bebo —replica. Un sonido a medio camino entre un grito sofocado y una carcajada escapa de mis labios. Es imposible que Hardin no beba. Cojo el vaso de agua y le doy un trago. Lo miro, esta vez con nuevos ojos. Pero al ver que no me suelta ninguna impertinencia, me animo y le planteo la misma pregunta. Hardin pone los ojos en blanco pero no responde. Suspiro y tiro de un hilito de mis vaqueros.
No lo entiendo. Menudo pringado. Majo es el eufemismo que utilizas para no llamarlo aburrido. Salta a la vista, con esa chaqueta de punto y esos mocasines Cojo el agua y bebo otro sorbo. Escupo el agua en el vaso de nuevo. Pronto, la gente empieza a disiparse, y yo me siento algo cansada. Entonces me doy cuenta de que no tengo manera de volver a la residencia. No hay autobuses.
A no ser que quieras irte a casa con Zed Yo voy a volver andando a casa; si te apetece venir Me dice que tenga cuidado y me da un abrazo de despedida. Cierra la puerta al marcharse y yo cierro el pestillo. No necesitamos practicar sexo, nos divertimos juntos haciendo otras cosas como Con eso en mente, me tumbo, pero pronto me encuentro mirando al techo, contando los paneles en un intento de dormirme.
De vez en cuando, el tipo ebrio da media vuelta en la otra cama, pero finalmente mis ojos se cierran y empiezo a quedarme dormida. Doy un brinco y su cabeza me golpea en la barbilla, lo que provoca que me muerda la lengua.
Se agarra la entrepierna y retrocede como puede. Yo aprovecho la oportunidad y salgo disparada. Cuando mis dedos temblorosos abren el pestillo, corro por el pasillo, donde varias personas me miran como si fuera un bicho raro. Ese tipo Se frota los ojos de nuevo. La idea de que ese baboso haya tratado de ponerme las manos encima hace que me entren ganas de llorar, otra vez.
Y ese tipo Separo los labios, sorprendida ante la ternura de su gesto. Entonces atrapa el aro que perfora su labio inferior con los dientes. Percibo el leve toque a menta en su lengua cuando abre la boca y me besa. Me besa con ganas. Levanta las manos y recoge entre ellas mis ruborizadas mejillas antes de bajarlas hacia mis caderas.
Entonces se aparta un poco y me da un leve beso en los labios. Es grave y rasposa, y tengo la boca seca. No se detiene. No podemos hacerlo —digo. La calidez de sus ojos desaparece. Saca una camiseta negra y se la pasa por la cabeza. Me pongo colorada y aparto la vista. Aunque en realidad me da igual que no haya sentido lo que he sentido yo Ha sido una noche muy larga y el alcohol ha hecho que lo bese. Algo en el fondo de mi mente se esfuerza por contener unos pensamientos que dicen lo mucho que deseaba que eso sucediera.
Pero es que estaba siendo muy agradable, por eso ha sucedido. Deja de hablar de ello. Su arrogancia vuelve a hacer acto de presencia. Me levanto de la cama de inmediato. Me pone los sentimientos a flor de piel. Entierro el rostro entre las manos por un momento y me dirijo hacia la puerta. Todo esto forma parte de su jueguecito. Me ofrece que me quede en su cuarto para que crea que es una persona decente, pero seguro que cuando me quede dormida me dibuja alguna vulgaridad en la frente.
Fuera, mi piel agradece notar la fresca brisa. Acabo de ponerle los cuernos. No me puedo creer que lo haya besado. Ahora soy una persona adulta, y no hace falta que sepa lo que hago en todo momento. He estado dando vueltas con el coche intentando encontrarte durante casi dos horas. Ahora mismo espero que sean las dos cosas.
Mi madre. Es mi madre. Puede que las tres esencias combinadas confundan su olfato o algo. Compongo una sonrisa agradable y abro la puerta, pero entonces veo que mi madre no ha venido sola.
Me hierve la sangre. Y yo quiero gritarles a los dos, bueno Y a Hardin por ser Y Tessa no estaba haciendo nada malo — interviene Hardin, lo que me deja boquiabierta. Puede que fuera una pelea bastante igualada. El rostro de mi madre se vuelve iracundo.
No estaba hablando contigo. No he bebido nunca antes ni he hecho nada malo. Noah lo sigue con la mirada y se apresura a cerrar la puerta a sus espaldas. Por fin se levanta y junta las manos. Me dirijo a la puerta, pero me detengo cuando ella carraspea. Me retoco el maquillaje de anoche y ya estoy lista para salir. Cuando levanta la mirada, Noah me agarra fuertemente de la mano con actitud protectora.
Ella no para de sacar a relucir mi «noche salvaje», y aprovecha la menor oportunidad para preguntarme si estoy cansada o si tengo resaca. Al meterme el tenedor en la boca, el metal me recuerda el piercing del labio de Hardin y me quedo parada un instante. Noah se percata de ello, y me mira con ojos interrogantes. Tengo que dejar de pensar en Hardin. De inmediato. Noah me coge entonces de la mano de nuevo y entramos en unas cuantas tiendas.
Su sonrisa blanca y perfecta es adorable. Lleva puesta una chaqueta de punto granate, unos pantalones caqui y unos zapatos de vestir. A diferencia de Hardin. Es un beso tierno y lento, sin apremio.
Espero que el fuego se encienda en mi interior, pero no sucede. No puedo comparar a Noah con Hardin. Me pongo colorada y niego con la cabeza. Me incomoda mucho. Me siento aliviada al haberme quitado esa espinita. De verdad. Lo creo. Ni siquiera me molesto en quitarme los zapatos cuando me tumbo en la cama.
Estoy demasiado agotada, y necesito descansar. Salgo a comer y, cuando vuelvo, ya se ha ido. Seguro que el tuyo fue mucho mejor. El profesor entra en clase y nos callamos.
Tiro del brazo de Landon. Hay algo raro en su tono de voz. Se detiene. Coso a Landon a preguntas hasta que consigo refrenarme. Parece confundido, pero menos nervioso que hace un momento. Me organizo los libros y los apuntes para estudiar, pero decido que prefiero llamar a Noah. Noah es un encanto, y no se merece que le ponga los cuernos. Soy afortunada de tenerlo en mi vida. Le mando un mensaje para decirle que lo quiero y decido echarme una cabezadita antes de empezar a estudiar.
No llevo ni diez dormida cuando oigo que alguien llama a la puerta. Supongo que Steph se ha olvidado la llave y abro la puerta medio grogui. Evidentemente, no es ella. No tiene nada de malo ser organizado —le ladro. Me niego a mirarlo, pero veo con el rabillo del ojo que se levanta de la cama.
Por favor, no te acerques Quiero gritarle que me suelte y exigirle que recoja mis apuntes. Quiero abofetearlo y echarlo de mi cuarto. Pero no puedo hacerlo. Estoy paralizada contra la pared, y sus ojos verdes me tienen hechizada. Y, por el tono suave en que lo hago, no estoy segura de si le estoy rogando que me suelte o que me bese. Los segundos parecen horas. Me agarra de la parte trasera de los muslos y me levanta. No pienso parar esta vez. Se sienta en mi cama y me coloca sobre su regazo.
Sus largos dedos se clavan en mi piel, y el dolor que siento es maravilloso. Interrumpe nuestro beso acalorado para quitarme la blusa por encima de la cabeza. Entonces oigo el pomo de la puerta. Despierto al instante del trance en el que me encontraba, salto del regazo de Hardin y agarro mi blusa. Cuando asimila la escena que tiene delante, su boca forma una «O» enorme. Me vuelvo y finjo ordenar las cosas de mi escritorio. No nos estamos acostando —le digo.
Se acerca y me mira a la cara. Me siento en su cama y me atuso el pelo. Suena fatal cuando lo cuento. Me llevo las manos a la cara. Quiero a Noah, y Hardin es un capullo.
No quiero aprender nada de Hardin. Ni de nadie que no sea Noah —contesto. En mi mente se repiten las palabras de Hardin: «Eres muy sexi, Tess». Y nadie me ha dicho nunca que fuese sexi. Noto que me pongo colorada mientras lo pienso. Nos enrollamos y nos toqueteamos un poco. A ver, no tiene cientos, pero es un chico atractivo No quiero ser la amiga con derecho a roce de nadie. Steph asiente. Nos pasamos el resto de la noche hablando de las clases, de Tristan, y de cualquier otra cosa que no sea Hardin.
Las mujeres desean lo que no pueden tener. Hardin exhala. Sin embargo, por fin llegamos a lo que piensa de verdad. Creo que ya hemos hablado suficientemente del tema por hoy Me agarra del brazo de nuevo, pero no soy capaz de cumplir mi amenaza. Estoy harta de este jueguecito, y no voy a seguir jugando. No te entiendo. Un segundo eres agradable, y al siguiente, detestable. Espero encontrarlo sonriendo o riendo, pero no lo hace. Porque tus cambios de humor me dan dolor de cabeza —espeto.
Debe de ser agotador — dice. Yo no te deseo, Hardin. Tengo novio. Es obvio que nunca te han tocado Sus palabras reavivan un fuego ahora familiar que me recorre todo el cuerpo.
Me quedo sin palabras. Estoy atrapada en la boca del lobo. Su sonrisa se intensifica y yo me apoyo de manera instintiva contra la pared. Otra vez, no. Y tienes la boca seca. Doy un paso a un lado antes de que me acorrale por completo contra la pared. Paso por su lado y me siento en el bordillo para alejarme. Te pasas mucho conmigo. Me levanto. Se sienta en el bordillo donde estaba yo hace un momento. Y lo hago. Su rostro se ensombrece ligeramente ante la crudeza de mis palabras, pero se recupera enseguida.
Suelta una carcajada y se lleva la mano a la ceja para juguetear con su piercing. Steph me lo ha contado. No parece darle la menor importancia al asunto, y yo, en cambio, estoy estupefacta. Noah lo es. Levanta las cejas de manera insinuante. Ya lo pillo. No debo pensar en sus labios. Espero que deje estar ese tema de una vez. Y desaparece. No contesto nada, simplemente me siento de nuevo en el bordillo.
Nada de besos ni insinuaciones sexuales por su parte. Encuentro una nota suya en la que dice que Tristan la lleva a cenar fuera del campus. Me gusta Tristan. Termino llamando a Noah antes de irme a la cama. Le respondo que bien. Al terminar, mientras Landon empieza a guardar sus cosas en la mochila, mira a Hardin y me dice en voz baja: —Ten cuidado esta noche.
Me parece que voy a tener que cerrarle el pico. Necesito cambiar de tema—. Tristan no le quita los ojos de encima a Steph, y Zed enciende una y otra vez con el pulgar un mechero de metal. No puedo evitar fijarme en el modo en que el rostro de Tristan se ilumina cada vez que la mira. Yo tampoco le veo la gracia. Detesto imaginarme a Steph y a Hardin juntos. Quiero decirle que se levante, pero no lo hago. Antes de que pueda responder, Hardin interviene: —La verdad es que Tessa y yo tenemos planes.
Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre la puerta. Sacudo la cabeza. Me vuelve loca, literalmente.
Y ahora sube al puto coche. Alargo la mano y la apago. Al menos Zed es agradable conmigo. Levanta una mano y se aparta el pelo de la cara. Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente. Defiendo a mis dos bandas favoritas.
Talento para hacer que la gente se duerma. No contesto. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y de papeles sueltos y, en el otro, una gruesa sudadera negra. De repente me doy cuenta de que estamos en medio de la nada, y empiezo a ponerme nerviosa. Estamos solos. Por completo. No hay coches, ni edificios La verdad es que es un sitio precioso y tranquilo. Lo ignoro y admiro el paisaje que me rodea.
Es muy tranquilo. Se respira paz. Mi desconfianza innata se activa, pero lo sigo. Hardin se quita la camiseta sin decir nada. Me fijo en su torso tatuado. Me mira y me sorprende observando su cuerpo semidesnudo. Yo lo hago todo el tiempo. Venga, puedes quedarte en bragas y sujetador. Me quedo mirando la hierba, arranco unas cuantas hojas y jugueteo con ellas entre los dedos.
Alguien como Steph. Pero no soy Steph. Soy Tessa. Mojarme los pies no me parece tan mala idea. De modo que me quito los zapatos y me remango los vaqueros lo suficiente como para sumergir los pies en el agua. La curiosidad me supera, e inclino la cabeza, pensando.
Son tantos los misterios que lo rodean Observo su largo cuerpo nadando debajo del agua clara. Deja de cavilar tanto y salta. Casi quiero meterme en el agua. Venga, ponte mi camiseta. Acepto su consejo y dejo de pensar. Me llega hasta la mitad del muslo. Me desabrocho los pantalones y me los quito. Doblo cuidadosamente mi ropa y la coloco al lado de mis zapatos, sobre la hierba. Hardin se vuelve y yo tiro hacia abajo del dobladillo de su camiseta todo lo posible. Atrapa su labio inferior entre los dientes y observo que sus mejillas se sonrojan.
Yo asiento y me acerco lentamente a la orilla. Retrocedo ligeramente y empiezo a correr. Me siento y junto las piernas con fuerza para que no me vea las bragas. Hardin me suelta demasiado pronto, y me quedo de pie en el agua. Paso por alto sus mofas, pero empiezo a caminar un poco. La camiseta flota y se me sube. Lanzo un grito y tiro de ella hacia abajo. Una vez colocada de nuevo, parece que se queda en el sitio.
Yo asiento y lo salpico de nuevo. Me llevo la mano a la cara para taparme la nariz. Tengo tantas dudas Asoma de nuevo y sacude la cabeza. Se le tuerce el gesto y sus ojos pierden la calidez que estaba empezando a adorar. El agua ondea a nuestro alrededor—. Me coge por sorpresa cuando me agarra de la cintura y me levanta en el aire. Me mira a los ojos. Sin darme tiempo a reaccionar, sacudo la cabeza y pego el cuerpo al suyo bajo el agua.
Sus labios tocan mi barbilla y me hacen temblar. Sus labios rozan el punto justo debajo de mi oreja, y gimo, lo que propicia que repita el movimiento, aunque esta vez succiona mi piel.
Necesito que lo digas, nena, bien alto, con palabras, para saber que de verdad quieres que lo haga. Cuando llega a la orilla, me deja en el suelo. Me encojo de hombros, nerviosa. Su modo de mirarme me vuelve loca, y tengo las hormonas revolucionadas. Coloca la camiseta sobre la hierba a modo de manta. Hardin me agarra de los hombros y me empuja hacia el suelo de nuevo. Hay muchas otras cosas que quiero hacer primero. Gotas de agua caen sobre mi rostro desde su pelo mojado y me retuerzo.
Su boca desciende por mi cuello, hasta mi pecho. Desliza la lengua por debajo de la copa del sujetador y su mano masajea mi otro seno. Cierro los ojos con fuerza y me muerdo el labio. Levanto la espalda de la hierba de nuevo y empiezan a temblarme las piernas. Arrugo la frente. Quiero que se quede cerca, pero soy incapaz de articular una palabra.
Ya se ha puesto los vaqueros y las botas. Estoy bien, por ahora —dice, y me regala una leve sonrisa. Ha dicho «por ahora». Me pongo la ropa sobre la ropa interior mojada y paso por alto la suave humedad entre mis piernas. Hardin recoge su camiseta empapada y me la pasa. No se me escapa el modo en que se lame ligeramente el labio inferior mientras me observa.
Termino de hacer lo que me ha aconsejado y le devuelvo la camiseta. Espero que me diga algo de camino al coche, pero no abre la boca. Me abre la puerta y asiento a modo de agradecimiento. Me quedo boquiabierta y me pongo colorada al instante. No has dicho nada desde eso. Te has vestido y nos hemos ido. Es obvio que no te estoy utilizando. Hago todo lo posible para contenerlas, pero una se me escapa. Para mi sorpresa, el gesto me tranquiliza—.
Un instante lo detesto y, al siguiente, quiero besarlo. Aprovecho la oportunidad para analizar algunos de los tatuajes que cubren sus brazos. Me sorprende que me pregunte algo tan trivial. En serio. Se dirige al maletero, lo abre Debe de tener millones de ellas. Mientras esperamos, le hablo a Hardin de mi infancia en Richland. Asiento y me limpio la boca. Cuando veo el cartel con las siglas «WCU» de la Universidad de Washington Central al llegar al aparcamiento del campus siento una ligera tristeza.
Obediente, me coloco a horcajadas sobre su regazo, con la espalda contra el volante. Su torso es firme y le arde la piel. Sonriendo, abro la boca para responderle alguna fresca, pero cuando miro la pantalla y veo que es Noah, me detengo. No estoy pensando en Noah en estos momentos. De nosotros. Empiezo a agobiarme. Hardin me mira como si quisiera decir algo, pero no lo hace—.
Me dejo caer contra la puerta hasta el suelo y comienzo a sollozar. Ni siquiera puedo enfadarme con Hardin. Y yo he dejado que lo hiciera.
Me doy unos toques de polvos para darle a mi piel algo de color. Me siento algo desnuda, de modo que saco una chaqueta de punto blanca del armario. Debe de ser miembro de la fraternidad; es evidente, es pijo y bastante guapo. Tengo que irme, ya nos veremos. No me pregunta por mi noche con Hardin, cosa que le agradezco. Hardin se sienta delante en su sitio de siempre. Para mi sorpresa, esta vez lleva una camiseta blanca, y es tan fina que se transparentan sus tatuajes. No obstante, espero que Landon no tarde en llegar para no sentirme tan sola con Hardin.
No le contestes. Mi tono es severo, pero me da igual. Landon llega y siento un alivio tremendo. Hasta que todo el mundo empieza a hablar de la fiesta en la casa de la fraternidad. Ahora mismo. Ahora mismo salgo. La felicidad me invade, y me sorprende mucho que el formal de mi novio haya accedido a venir, pero me alegro de que lo haya hecho. Hace casi dos semanas que no te veo —le recuerdo. Te quiero, Tessa. Bueno, solucionado. La clase empieza y termina sin que Hardin me diga ni una palabra.
Como y ordeno un poco el cuarto. Doblo la ropa de Steph y la guardo en su armario esperando que no le moleste. Por fin, Noah me manda un mensaje para anunciarme que ya ha llegado, y salto de la cama, donde estaba descansando, y salgo corriendo a recibirlo.
La verdad es que siempre lleva chaquetas de punto, pero me encantan. He estado experimentando —le explico. Noah me pasa el brazo alrededor del hombro y yo apoyo la cabeza en su pecho. Imagino que tal vez sea Steph, que ha olvidado algo que necesita.
Me pongo roja. Hola, Noah, me alegro de volver a verte. Ah, Noah Llevas una chaqueta preciosa. Me entra la risa nerviosa. Me incorporo y me vuelvo para mirarlo.
Le agarro el rostro entre las manos y pego los labios a los suyos. Su boca se abre y me devuelve el beso. Sus labios son suaves No es suficiente. Coloco las manos en su cuello y me monto sobre su regazo. Siento su calidez, pero no las llamas. Empiezo a menear las caderas con la esperanza de avivarlas de alguna manera. Sus manos descienden hasta mi cintura, pero me la agarra para detener mis movimientos.
Noto que se excita, pero no hace nada al respecto. Pero lo quiero. Doy un brinco y me froto los ojos. Es Noah. Hardin y Noah son polos opuestos. En todos los sentidos. Me dice que viene de camino, de modo que salto de la cama, corro a las duchas y pienso en algo que hacer hoy. Tras decidir ponerme mi falda gris plisada y una blusa azul sencilla, hago caso omiso de la vocecita de Hardin que me dice que es horrible y me visto.
Noah espera pacientemente sentado en mi cama mientras me seco el pelo y me rizo las puntas. Me vuelvo para darle un beso en la mejilla antes de aplicarme el maquillaje. Miro el reloj.
Damos una vuelta buscando un parque, y no tardamos en hallarlo. Damos una vuelta por el parque y nos sentamos a una mesa de picnic. Noah habla la mayor parte del tiempo y yo me limito a asentir. Me abofeteo mentalmente. Tengo que dejar de comparar a Noah con Hardin. Me muero de hambre para cuando llega la pizza, y me como casi la mitad yo sola.
Nunca ha sido celoso; nunca ha tenido motivos. Nunca me ha llamado para nada que no sea para comparar apuntes. No, la verdad es que no. Salto de la cama y me pongo los zapatos sin apenas darme cuenta. Me vuelvo hacia Noah. Dame tus llaves —le exijo. Se lleva la mano al bolsillo y las saca. Pero yo le quito las llaves de la mano y niego con la cabeza. Tengo que ir sola. Mis palabras le duelen. Parece herido. Noah me ha llamado dos veces, pero no lo he cogido ninguna de ellas.
Todas las casas de la calle son enormes y parecen mansiones. Es preciosa incluso bajo la luz de las farolas. Inspiro hondo, espiro y subo los escalones. Nunca pisa esta casa —me explica, y abre la puerta trasera. Landon asiente. Se inclina y me coloca la mano en el hombro. Tiene los ojos inyectados en sangre, y el pelo escondido bajo un gorro de lana gris.
Su aspecto casi resulta aterrador bajo la tenue luz del patio. Se sienta de nuevo, y me hace un gesto para que haga lo mismo. Hasta ahora, supongo. Estoy convencido de que Landon el perfecto lo sabe desde hace tiempo. No le importo una mierda. Me mira con recelo, pero contesta: —Diez. Pero incluso antes de que se marchara, nunca estaba en casa. Se pasaba cada noche en un bar diferente. Alargo el brazo por encima de la mesa, se la quito de las manos y la lanzo por el patio.
Finalmente, se aparta despacio de mi camino. Una vez dentro, encuentro a Landon agachado, intentando levantar la vitrina. Gracias por todo. Asiento y empiezo a barrer los platos rotos. Espero que no tuvieran un gran valor sentimental para ella. Unas gotitas de sangre caen sobre el suelo de madera y corro hacia la pila. La verdad es que no me duele mucho. Cierro los ojos, dejo caer el agua sobre mi dedo y, al cabo de unos minutos, oigo que la puerta trasera se abre.
Abro los ojos de nuevo, me vuelvo y veo a Hardin en el umbral. Me coge la mano y la saca de debajo del agua. Y, cuando me toca el brazo, siento esa electricidad. Al cabo de un minuto, Hardin regresa y me coge la mano de nuevo. Permanezco callada, tan confundida ante las acciones de Hardin como Landon parece estarlo.
Inspira hondo, se quita el gorro de lana de nuevo y lo deja sobre la mesa. Se aproxima—. Tiene en la mano la botella que he tirado antes por el patio, y le da otro trago. Eres cruel conmigo. Tremendamente cruel —digo, y me muerdo el labio inferior.
Siento el nudo en la garganta. Eso es lo que quiere. Voy a dejar la clase de literatura. Lo miro directamente. Da otro trago y, cuando me dispongo a quitarle la botella, la aparta. La luz del patio se refleja en el aro de su ceja mientras me tiende la botella. Te hace ser peor persona que de costumbre. Bueno, puede que lo sea. No quiero beber; con un trago es suficiente, y no quiero acabar en el mismo estado en que se encuentra Hardin.
Mis pies se detienen de inmediato ante su ruego. Lo golpeo en el pecho para detenerlo, pero no cede. Te necesito. Sus palabras me detienen. Hardin es como una droga. No puedo. Eleva una de sus manos hasta mi mejilla y me acaricia el labio inferior con la lengua. El piercing de su labio me hace cosquillas en la comisura de la boca. Venga, Ginger. Te echo de menos. Ni un mordisquito. Ni lamerlo, Rhys. Seguro que te chupas los dedos antes de seguir tecleando. Buenas noches, Rhys.
Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja. Buenas noches, galletita. Cuando se encuentran, lo primero que le pide es que le dibuje un cordero dentro de una caja. Me duele la cabeza. Creo que necesito dormir. Unas chicas con las que terminamos en la playa de madrugada. Me sigue doliendo la cabeza. Dame la enhorabuena. Quiero mandarte un regalo. Perdona por no responder ayer. Ya sabes, vuelvo a estar medio viviendo en la biblioteca. Pero que sepas que… estoy muy nerviosa. A veces obligaba a Dona y a Dean a que me ayudasen a encontrarlos.
Pero volvamos a lo importante. Tu trabajo. No quiero parecer una acosadora. Acabo de hacerlo justo ahora. Me gusta compartir esto solo contigo. Y no, esta vez no vuelvo a Europa. Me voy a la otra punta del mundo, Ginger. A Australia. Eso es como el culo del mundo. Luego, pides un rescate. Lo tengo todo bien atado, sin hilos sueltos. No quiero pasar el invierno en Londres. Te odio un poco. Y no te creas que me conoces taaaan bien.
Por ejemplo. Nada importante. Un detallito. Ah, y que luego debo empezar a trabajar. Pero no pasa nada, tengo otras muchas virtudes. No todos tenemos que ser valientes e independientes y esas cosas.
Soy una adicta a tus e-mails. Bosques enteros. Todo un mundo. En parte me molestaba que lo hiciese. En parte me gustaba que me zarandease. Anunciaban nieve. No puedo aguantar tanto. Y lo peor de todo es que no estaba especialmente ilusionada por ello.
Llamaron al timbre de la puerta. A algo propio, suyo. De renos. Por favor, Rhys, haz algo para que me calle. Estoy muy nerviosa. Lo supo desde lejos. Me gusta el pijama. Solo una. Menos de veinticuatro horas. Era una locura. Rhys me sostuvo la mirada. Por una casualidad. Lo hizo suave. Casi como si le diese miedo atreverse a tocarme. Quise besarla. Con fuerza. Y en todo. En este momento. Y me entra la risa tonta cuando me pongo nerviosa. No estoy tan loco como cierta persona que conozco.
Aunque me esforzase por disimularlo, estaba inquieto. Vale, olvida que he dicho eso. Por favor. Esa actitud de perdonavidas. Nos miramos al salir, reprimiendo una sonrisa mientras el tren se alejaba. Daremos un paseo.
No, claro que no. Comes con nosotros. En realidad, se lo dijo mi hermana. Tuvimos que atravesar St. Y, al mismo tiempo, curioso—. Ah, hola. Se queda a comer, por cierto. Vamos a dejar las cosas. No lo estoy. Solo uno. A veces, por trabajo. Tuve ganas de matarlo. O nunca. Ginger estaba feliz. Subimos al superior y nos acomodamos en la primera fila, disfrutando de las vistas de la ciudad. He pensado que te pegaba. Conozco un sitio en el que hacen las mejores arepas del mundo.
Al London Eye. Es esta parada. Y era grande. Un contraste. Paseamos por Camden casi sin hablar, tan solo disfrutando del ambiente, de estar juntos, de aquel rato solo nuestro. Sin camiseta. Una sonrisa lenta. Claro, no estoy ciega. Retomamos el paso. No he vuelto a ir a casa. No me quejo. Viajar siempre me ha gustado.
Sentados juntos. Yo, nerviosa. La he titulado Ginger. Era un bajo. Solo eso. Puedes escucharla hasta que te canses de ella. Ellos tienen la fama. Otros, buen material. Tu pulso. Nos miramos fijamente en el silencio de la noche. Vamos, Rhys. Solo un poquito. Esta mierda no para de girar. Necesito bajar. Me puse de puntillas. Sus manos descendiendo por mi cintura. En imposibles. Ocurre, aunque ni siquiera seamos conscientes de esos momentos.
Avanzamos en silencio atravesando un parque cercano. Rhys… —Porque lo rompe todo. No lo rompe. No quiero perder esto nuestro. Todo a la vez. Como a un pastel de nata o a un caramelo dulce.
Una noche. A veces nuestros labios se encontraban a medio camino. Contesta a eso. Ya me arrepiento, Ginger. Quiero que lo seas. Mantuvo las manos sobre el regazo.
Por eso y por ella, por lo visceral que era, porque no le importase ser correcta o confesar sus miedos en voz alta. Al menos conmigo. A veces. O lo haces o no, Rhys. Creo que puedes enamorarte muchas veces a lo largo de la vida; de la misma persona, de otras distintas, de ti mismo o solo de momentos. Porque se iba a ir. Sus pasos decididos. Lo poco que vacilaba. Ni siquiera esperaba esa visita. No esperaba nada. A despedida. Contuve el aliento cuando nos separamos. El deseo. Las dudas.
Cuatro palabras. Cuatro palabras que se me clavaron, que dolieron. Aunque las entendiese. Me alegra saber que has llegado bien, Rhys. Espero que disfrutes de estas fechas, Ginger. No he hecho gran cosa, en realidad. He vuelto a casa caminando. Y mirando la luna. Y disfruta del viaje todo lo que puedas.
Un beso. Creo que nunca te lo he preguntado. Yo no hice nada demasiado especial ayer por la noche. No hago nada especial a la hora de relacionarme.
Pero entiendo lo que quieres decir. Supongo que es normal, pero al mismo tiempo no quiero que cambie nada. Fue perfecto. Hazme caso. Eso es lo que veo, Rhys. Y temo que el profesor se duerma mientras intente evaluarme.
Seamos sinceros, a nadie le parecen divertidos los armarios. De crear. Nada demasiado pretencioso. Me refiero al hecho de que, al final, casi todo en esta vida sea una especie de cadena.
No todo el mundo tiene una empresa familiar. Soy afortunada. Es decir, si esa editorial tuya existiese. Con luz y plantas aunque todos sabemos que eso es casi imposible en esta ciudad. O un gato. Me gusta, Ginger. Me da miedo pensarlo. Oh, Dios. Voy a matarte, Rhys. Es nuestro amigoaniversario. No me gusta celebrarlo. Ni los regalos. Me ponen jodidamente nervioso los regalos. Los dos sabemos que no. Posdata: Me encanta que te pongas sentimental por mi culpa.
Y de tu miedo a envejecer. Por cierto, ya he empezado el trabajo. No rosado ni anaranjado, sino de un rojo intenso como el de las cerezas maduras. Yo no tengo miedo a envejecer.
No es eso. No le tengo miedo a nada. Solo es que me encanta y me descoloca a la vez vivir sumido en la incertidumbre. Por una parte es adictivo. No creo que puedas entenderlo, Ginger, pero tiene algo liberador. Y la parte mala…, bueno, supongo que esto implica cosas. La soledad. Pero me gusta. Te veo triunfando. Solo era una broma, Rhys. No te lo vas a imaginar. Siempre puedes pillar un taxi si te aburres. Yo apenas he dormido. Acabamos tirados en la playa con un par de botellas de ron.
Fue divertido, aunque tuve que sacar a Tracy del agua al ver que le faltaba poco para ahogarse. Ah, y mi jefe me dijo que iba a aumentarme el sueldo. Cruzo los dedos para que vaya todo bien y no termine buscando un taxi antes del postre. Nunca me has hablado de ella. Y Josh, camarero y el que hace las mejores tortitas veganas antes de que anochezca y se apague la cocina.
Y luego Tracy, que se incorpora al turno de noche, como yo. Sirve bebidas tras la barra. Es capaz de hacer cualquier locura que se le pase por la cabeza. No tengo NADA que me quede bien. No hay NADA con lo que me sienta bien.
La verdad es que todo ha ido muy bien. Y yo tampoco. Nos lo pasamos bien. James trabaja en un bufete de abogados, creo que ya te lo dije. Supongo que te pega. Creo que vamos a pagarla entre todos para que el jefe no se entere. Hubo beso en la puerta. Uno perfecto. Solo bromeaba… Me alegra que te lo pasases bien, Ginger. O malo. O pasado de moda. Siento no ser tan divertida-loca-chiflada como Tracy. Eres lo contrario a alguien simple.
Precisamente, por eso me gustas. Por todos tus enredos. No creo que le haga ninguna gracia. Es una de esas cosas que no suenan igual de divertidas al contarlas. Eso es de ser muy mono y adorable, no lo niegues. Supongo que es eso. Y saber que no vas a congelarte esta noche. Me gusta este sitio.
Se llama Lilian Everden y es como… impresionante. Y luego, por la noche, James me ha invitado a cenar a su casa. Por una parte, me apetece. Me aterra hacerlo mal. Caerme de la cama. A saber. No quiero ni imaginarlo. Estoy muy muy nerviosa. Siento…, siento haberte llamado… Oh, Dios, Rhys, acabo de caer en la cuenta de la diferencia horaria. Yo solo…, ha sido un impulso.
Perdona, no puedo hablar muy alto. James se ha quedado dormido. Es que estoy un poco nerviosa. Nada de eso. Es decir, no puedo dormir. Es imposible. No es solo porque ronque, es que no dejo de dar vueltas en la cama y me siento fuera de lugar. Una luz suave intentaba alzarse tras el horizonte, pero el cielo estaba oscuro.
Sin nubes. Es que han sido muchas emociones de golpe. Necesito estar a solas para procesarlo todo, ya sabes. En todos. Es la mejor alternativa. Doble juego. Totalmente a oscuras, no se ve nada. He recorrido todo el suelo con las manos y ni rastro. Quiero llorar. Nunca falla. Era tan… ella. Gracias por esto, Rhys. Como atrapada. Vale, veo una parada de taxis, pero no hay ninguno ahora. Diferente a Dean. La rutina. O el hacer algo casi por inercia. Al conocer a una persona y luego a otra… —No es algo que me haya parado a pensar.
Puedo entenderlo. Cuelgo ya. Buenas noches, Ginger. Alguien distinto. Alguien que no tuviese agujeros por dentro. Sin dejar de pensar en ella. Y me he dado cuenta de que tengo todo lo que necesito. He hecho amigas nuevas. Quedo con un «amigo con derecho a roce». Te la adjunto. No seas muy mala. Admito que era algo superficial, pero no era una mala persona.
Y que sepas que he hecho un esfuerzo. Creo que es bastante justo. No lo representa. Solo ver unas caras, unas sonrisas, fijarse en el peinado que llevaban o en la ropa. Una imagen no puede trasmitir eso. Es solo un trozo de papel, plano.
A veces miro las que tengo colgadas en el corcho. Te mando mi parte del trato. No te pareces. Aunque dan ganas de estirarte un poco de esas dos coletas de «chica empollona». El aparato era enorme. Tampoco ayudaba que yo sonriese como un caballo, claro. Casi fue una suerte que Dean fuese mi vecino y el hijo de los amigos de mis padres, porque no se me daba muy bien relacionarme. No es que ahora sea mi especialidad, pero al menos no me sonrojo cada vez que alguien me dirige la palabra.
Ah, y parezco una empollona porque lo era. Una cosa no quita la otra. No importa, Rhys. Esta noche he quedado con James. Pero no finjas sentirte abandonado. Ya lo iremos puliendo. Ni se te ocurra dejarme con la intriga. Y deja de ponerme nerviosa. Aunque no vayas a reconocerlo, claro. Me rindo. Me da vueltas la puta cabeza. Fue una noche alucinante. Se llama Owen. Y el caso es que quiere que participe en un proyecto suyo, personal, que consiste en producir un single.
Imagino que estudiando. No te queda nada. Al menos, para una primera toma de contacto. Fue divertido. Lo siento mucho. Y, por supuesto, espero poder ser de las primeras en escucharla. Eres bueno, Rhys. Ni te imaginas la de noches que me duermo escuchando Ginger. A veces te envidio un poco. Besos de verdad. Nosotros estamos en la luna, Ginger. No me muevo de la luna. Quiero escucharte.
Hay que cambiar muchos detalles, pero para que te hagas una idea. Lo que sea. Me gustan las dos primeras. Y la letra es… perfecta. Ay, no me hagas decidir. Te lo repito: no tengo miedo. Es distinto. Gracias, Ginger. Rhys, te bloqueaste. Dijiste, literalmente: «Odio las putas alturas», y luego «necesito bajar».
Tuve que besarte para que no te echases a llorar. Fue tal y como has dicho. Casi me acojona preguntar. Tampoco te gusta hablar sobre tu familia. Eres brillante. Reservado no como algo malo. Prueba a preguntarle a James sobre hijos y reza para que no salga corriendo. No es tan raro. Supongo que cada persona es un mundo. Soy TAN feliz. No tengo palabras. Esta misma semana me mudo a Londres.
Ah, lo peor va a ser despedirme de Kate. Voy a terminar de preparar mi equipaje. Ya paro. Casi me llegaba por la barbilla. Tan enfadada… Como uno de esos dibujos animados de los programas infantiles. Es muy profunda. Cantaba bien. O en mi casa. Donde quieras. Nos miramos satisfechos. En cuanto a los ensayos… —Eh, ten confianza en ti mismo.
Sin titubear, no como cuando Ginger me tocaba. Sin timidez. Sin miedo—. No estoy dispuesta a hacer algo que no me convenza. Se llama Axel Nguyen. Todo el mundo lo conoce. Estoy seguro de que puede hacer exactamente lo que tenemos en la mente. Pues todo listo. La temperatura era suave, agradable. Entonces lo vi. Era de Ginger. Di un par de mordiscos a la fruta, contemplando el paquete. Era un libro fino y viejo. El Principito. Sois diferentes. Amanda era la novia de mi hermana.
Otra de esas cosas que mis padres no esperaban de Dona: que fuese lesbiana. Como tampoco esperaron que no quisiese saber nada del negocio de armarios.
O que estudiase Bellas Artes. Pero nunca dejaba que lo hiciese. Yo lo hice. No lo entiendes. Para nada. Es complicado, Ginger. Eres su ojito derecho. La chica es impresionante. Un poquito. Es decir, la acabo de ver. Con Rhys era diferente. Creo que sencillamente le di pena. En fin, me espera un largo y aburrido verano por delante.
No hagas que me ponga en modo «hermana mayor». Hoy es «la noche de las Davies». Pero era ese tipo de caos lleno de vida que resulta estimulante. Y Leah, por supuesto, que es la mejor pintora de la ciudad. Vale, ya lo tengo. Estaba en esta carpeta. Un acantilado entre humo y sombras. Un cielo rojo. Alexa Goldberg. Mierda, no. Es perfecto. El ancla. Somos moldeables, como la plastilina esa con la que juegan mis hijos.
Hay muchas variables. No es justo. El verano anterior tampoco pudiste hacerlo. Como un poco vaga. Ay, Rhys, es horrible. Pero lo de la editorial me parece algo muy real, nada fantasioso.
Al menos, las cosas por casa van bien. La convivencia con Dona es genial. Y Michael es un buen chico, aunque no hable mucho y mi madre le tenga miedo. Creo que es lo mejor. No a grandes rasgos, ya sabes, sino los detalles. Porque eres uno de ellos, Rhys. Es testaruda. Pero si tanto te importa…, te mando una foto. Me la acabo de hacer. Mucha mierda, Rhys. En fin, eso, que te he comprado algo que espero que te guste.
Muchos besos verdaderos y sentidos. Con la de veces que la he escuchado en Spotify, seguro que he subido un buen pico. En fin, estoy desvariando. Han sido complicadas. Y por una parte es genial, pero, joder, no esperaba esto y estoy un poco agobiado.
Me apetece esto. Mirar la luna e imaginar algunos imposibles. De todas formas, no hagas nada que no quieras. Te lo digo por experiencia. En el trabajo, regular, todo sigue un poco igual. Por supuesto, Dean sigue conquistando todo lo que toca a su paso. Tampoco quiero aburrirte. Fue muy… vergonzoso. Primero, porque no pude evitar fijarme. Y la tiene, mmm, grande. Lo odio. No puede llamarse de ninguna otra manera. Ya he visto que las reproducciones no paran de aumentar.
Estoy muy orgullosa de ti. Y, a partir de entonces, se han pasado toda esta semana pegados el uno al otro como dos mejillones en una roca. Y cuando llego a casa estoy agotada. Y lo pago con Dona, que es lo peor de todo. Creo que necesito un tiempo para asimilar todo esto.
Y la parte buena…, supongo que no puedo decir que esto sea «aburrido». No hay una palabra menos apropiada. No te lo tomes a mal. Casi una casualidad. Hubo un silencio antes de que Rhys contestase. Mi jefe, y ahora productor, me propuso esta locura una noche, en el club. Se escucharon las risas de Alexa y el locutor.
A pesar de casi arrastrar las palabras antes de dejarlas salir. Ha sido una temporada complicada. Al final… he decidido ir a casa. Besos muchos, de los de verdad. Congeladas en el tiempo. Nos miramos en silencio, el uno frente al otro. No estaba seguro. Como justo entonces, mientras me miraba inquieta. Yo no tengo nada que decirle. Y menos con ella.
Y luego estaba el orgullo. Y el tiempo pasa. Mi madre. El nexo entre mi padre y yo. La pieza central de todo aquello. En Australia. Casi tanto que no te das cuenta de que el tiempo pasa. O una semana.
Lo que quieras. Imaginaba el paquete en la puerta de la casa que tuve en la playa, envuelto con delicadeza, con mimo.
La que canta conmigo. Un acercamiento. Eres una buena persona, Ginger Davies. Y crees en la amistad. Tuve suerte. Solo le dejo leche. Tienes una parte del zorro, la lealtad. Hasta de la rosa, con tu orgullo intacto. Toma, Stella. Bueno, tres. Perdona, Stella. Como si fuese un astro dando vueltas alrededor de su novia, el sol. Es complicado». Y supe lo que iba a decir. No era feliz. Luego le dio un beso sonoro a Stella en la mejilla—. No, no era eso. O algo parecido.
Y esperaba que fuese pasajera. Solo… estaba preocupado. Un flechazo, supongo. Cuando uno menos se lo espera. Lo digo en serio. Molesta conmigo. No es que sea culpa tuya, pero… —Ya. No preguntes. En realidad, no es una esfera perfecta, sino ovalada, un poco como un huevo.
El Rhys borracho a veces me cae mejor que el Rhys sobrio. Y no me malinterpretes, me alegro por ti. Tienes talento. Entonces me da por pensar en ti y, bueno, ya sabes el resto. No voy a perderme, Ginger. Comimos espaguetis con queso gratinado. Y al mismo tiempo me dio miedo, por todo lo que eso implica.
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